Ser gorde, priete, femme habitando la fealdad y no poder ser amade - Caleb Luna
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Ser gorde, priete, femme habitando la fealdad y no poder ser amade
Caleb
Luna
21
de julio de 2014
Fue un honor surrealista que publicaran este artículo, pero lo que ha sido aún más surrealista es su vigencia y las personas que se han acercado a mí para decirme que ven reflejadas sus propias historias en la mía. Apoyar a BGD no sólo beneficia a les escritores, sino que ayuda a crear espejos y una voz para una comunidad que históricamente ha sido infravalorada. Importamos. Nuestras voces importan, y espero que el trabajo constante de BGD pueda seguir facilitando, en cierto modo, un proceso de sanación colectivo para la gente queer racializada” —Caleb
Enamorarse
en un contexto de supremacía blanca resulta peligroso para chiques prietes como
yo porque no podemos ser amades.
La
colonización nos adoctrina, ya sea a nosotres mismes o a otres, en la
idealización romántica de la delgadez, blanquitud y masculinidad. Entonces,
¿cómo alguien como yo, gorde, priete y femme puede descolonizar su deseo para
que pueda desearme a mí misme? ¿Cómo puedo amarme a mí misme en un mundo que me
dice que no puedo ser amade? ¿Cómo puedo descolonizar mi deseo para que nunca
más elija al chico delgado que se rehúsa a verme como la diosa que soy?
A
partir de la construcción colonial de la belleza y el deseo, ser gorde y priete y queer y femme significa fealdad. Significa sentir que no puedo ser amade, que
no soy amade y que nadie se opone a esta idea. Ser gorde, priete y colonizade
significa también valorar, desear y priorizar el amor romántico: un amor que no
te quiere, que no te considera y del que no se sabe cómo liberarse de las
fauces de ese lobo.
Habitar
la fealdad es como yo me muevo en el mundo. Es también como las demás personas
me perciben: extrañes, colegas, posibles amantes, empleadores, familia,
miembros de mi comunidad, profesionales de la salud, docentes, trabajadores de
la industria de servicios, etc. Y esta percepción es la que determina cómo me
tratan les demás. Se me han negado oportunidades laborales por la forma de mi
cuerpo. No quepo bien en el mobiliario de los restaurantes ni en los asientos
de avión ni en los pupitres de las escuelas, lo cual es un constante
recordatorio de que este mundo no se hizo para que yo pudiera caber en él.
Cuando
he llegado a tener sentimientos románticos hacia otres, pocas veces soy
correspondide, y las personas por las que he tenido estos sentimientos, por lo
regular son amigues que me aprecian e, incluso, me aman de otras formas. Sin
embargo, no puedo dejar de notar que terminan por escoger a personas delgadas
y/o blancas, en vez de a mí o a personas como yo. Mi primera relación romántica
fue a los 27 años y me llamó la atención que, para esa edad, muches de mis
conocides ya habían tenido varias relaciones antes. Tampoco pude dejar de notar
que muches de nosotres no las hemos tenido o que nunca las vamos a tener.
Con
esto no quiero decir que ninguna persona gorda o racializada no pueda ser amada
o deseada. Todo lo contrario, veo muchos ejemplos inspiradores en mi propia
comunidad. Sin embargo, los grandes sistemas culturales que influyen en las
decisiones y deseos personales han sido moldeados, por siglos, para privilegiar
intencionalmente a cuerpos específicos y excluir a otros. De ahí que sigo
notando la existencia de cuerpos marginalizados que no son deseados.
Un
día estaba platicando con mi amiga Ivette González-Alé sobre identidad gorda y
ella me preguntó: “¿Gorde según quién?” Me dijo que su cuerpo era como el de su
familia; su indigeneidad les dota de un cuerpo que es ajeno a los estándares
blancos de estatura, peso, distribución de grasa corporal, etc. La gordura se
contrapone a los cuerpos blancos, sin considerar otros grupos, lo que crea una
identidad irrelevante para su cuerpo priete.
El
hecho de que muchas personas gordas en EE.UU. vivan en la pobreza y sean
racializadas, y de que lo personal sea político, hace que valorar y desear
cuerpos blancos y delgados se convierta en una inversión (no tan) sutil en la
supremacía blanca y el privilegio de clase. Los hombres, en especial, parecen
interesados en estas construcciones, como lo demuestra la frase tipo meme,
aunque poco irónica, de "no gordos, no femmes" y "no negros, no
asiáticos" en las apps de ligue para hombres queer.
La
gordura, en las comunidades de hombres queer, parece que solo es deseable
cuando es peludo y de "oso", ya que la barba proporciona una
confirmación de masculinidad para compensar la feminización de la gordura. Pero
yo puedo atribuir mi cuerpo sin vello a mis propias raíces indígenas. Por eso
cuando se usan calificativos para referirse a “los osos”, como la barba, panza
y el vello corporal, y además mi prietitud se limita a una sola categoría, en
realidad lo que se está diciendo es: "está bien ser gordo si eres
blanco". Se trata de una comunidad, cuyo racismo y misoginia encubiertos
me quitan las ganas de participar, pero también es el único lugar donde un
cuerpo, aunque sea remotamente masculino, puede ser apreciado o incluso
deseado.
Hubo
un tiempo en el que otros hombres—principalmente otros hombres gordos
racializados—se interesaron por mi cuerpo. Era increíblemente liberador y
sanador participar en encuentros sexuales con hombres que tenían cuerpos como
el mío. Pero a medida que mi presentación ha cambiado al abrazar la identidad
femenina, estas comunidades han perdido su interés en mí. ¿Qué queda cuando
eres demasiado priete, demasiado femme, demasiado queer para los osos? ¿En qué
momento ese fue el único recurso? ¿En qué momento se prefieren los cuerpos
delgados, masculinos, cis, no discapacitados, incluso en los espacios queer
radicales de la prietitud? Aunque intento activamente cuestionar, desafiar y
expandir mi propio deseo, tampoco me exime de perpetuar estas cosas. Entonces,
¿en dónde queda la gente como yo?
Me
he vuelto anti-romántique porque no puedo invertir en el amor romántico; porque
esta inversión es peligrosa para mi salud mental. Es una exposición perpetua e
íntima a los sistemas entrelazados de la supremacía blanca, el gordo-odio, el
cis-sexismo y más. Bajo estos sistemas, mi cuerpo no puede ser neutral, erótico
o deseado sin ser fetichizado más allá del contexto y el reconocimiento.
Además, mi cuerpo es invisible en las imágenes alternativas, propuestas por
quienes desean desmantelar estos sistemas, y que tal vez estén más implicades
en ellos de lo que elles/nosotros/nosotras/nosotres quisiéramos admitir o
reconocer.
El
amor romántico, tal y como lo entendemos, es una construcción colonial. Es un
empeño monógamo, posesivo, para toda la vida y que todo lo consume, que
funciona para sostener el capitalismo y el heteropatriarcado de la supremacía
blanca a través de la familia nuclear. Se nos dice que este amor romántico es esencial,
lo que le confiere un carácter profético de autorrealización. ¿Qué podría
cambiar si nos sostuviéramos en el amor propio, platónico y de comunidad?
Podríamos reconocer la belleza de la interdependencia, en lugar de ver a
individuos compitiendo por un salario y un nivel de vida más elevados a costa
de les demás. Formar familias, en lugar de comunidades, crea jerarquías sobre
las personas que merecen nuestra atención, protección y devoción. Al
reestructurar el amor romántico y compararlo con el amor comunitario/platónico/propio,
empezamos a dar prioridad al cuidado y la subsistencia de grupos más amplios
que tienen la misma importancia que nuestra pareja romántica.
En
el artículo Hacia
lo feo: una ética más allá de la deseabilidad, Mia Mingus nos empuja a trascender
el binario de la belleza y avanzar hacia lo que ella denomina magnificencia, la
aceptación de lo feo y de la diversidad del cuerpo, de todos los cuerpos.
Mingus enmarca la belleza como una construcción inherentemente excluyente que
borra a las personas racializadas, trans, de género no conforme y
discapacitadas, específicamente. En este sentido, sigo reflexionando sobre lo
que significa ser feo y ser bello, y comprender mejor cómo concibo la belleza.
Si ser "no bello" significa no ser o sentirse "digne de
amor", y si "digne de amor" significa humanidad, ¿qué significa
para quienes no somos belles? ¿Qué significa ser digne de amor en una
construcción colonial del amor y la belleza, basada en la supremacía blanca y
el colonialismo? En estos sistemas, ¿reivindicar la belleza es radical o es una
asimilación? ¿Significa algo diferente para mi cuerpo gordo, priete, queer,
femme que para les demás? ¿Quién decide? ¿Y quiénes son los feos que estamos
dejando atrás?
Traducción de cortesía al español: @lagordaincómoda1.0
Texto
original en inglés: BGD Blog || Caleb Luna || @dr_chairbreaker
https://www.bgdblog.org/2014/07/fat-brown-femme-ugly-unloveable/
Texto facilitado por: @brownsuugahh || Fat Talks: Gordura, racismo y deseabilidad
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